El filósofo griego Aristóteles, en Ética, utiliza el término griego eudemonia, de “eu”, bien  y “daimon”, espíritu, que hoy podríamos interpretar como felicidad. ¿Qué recibimos o escuchamos en cualquier mensaje o encuentro casual? ¡Felicidades! A veces, sólo una palabra, sin personalizar incluso. Es casi un saludo de despedida, para aquellos comprometidos con el espíritu navideño o no, pero una convención social estimulada por el Año Nuevo.

La ocasión supone la renovación de esperanzas, que deseché turbaciones o repita exaltaciones. No se hace mención a la virtud, las riquezas materiales, ni la salud en forma puntual, sino al deseo de bienestar en forma genérica. Para algunos, los cristianos se suma la Navidad, para otros un ciclo a punto de  develarse. La tenencia de todo lo que deseamos no surge como una posibilidad. Sin embargo, podemos ser positivos y trabajar en construir un momento de felicidad, aquí y ahora.

Sí estámos leyendo estas líneas, es porque tenemos la salud y facultades suficientes para la lectura. Tenemos la ocasión de estar ahora reflexionando, sobre objetivos cumplidos, pendientes, pérdidas y ganancias, emociones, risas y lágrimas, amistades, amores próximos o distantes, lugares, sabores, anécdotas y un sinfín de aprendizajes. No somos los mismos que hace un año atrás, somos distintos, mejores tal vez incluso. El movimiento, la sincronía entre la vida y la intensidad de la perfección de las formas, los fondos y la parábola entre el deseo y la convicción que ocurrirá.

Aprovechemos el tiempo, el aquí y ahora. Hace dos años todos juntos en las calles celebrábamos el Campeonato Mundial de Fútbol, la gran mayoría de los argentinos fuimos felices, compartimos un sentimiento positivo en comunidad. Pero tras el paso de la euforia, mantener ese sentimiento colectivo no es posible. Sin embargo, cada uno de nosotros puede compartir con su entorno una palabra, un gesto, una cita, un abrazo o simplemente una sonrisa que nos ayudará a atraer mejores vibraciones en nuestro entorno. No resolverá la pobreza, pero tampoco sumará guerras.

¿De quién depende la felicidad? ¿De nuestra actitud ante la vida? ¿El entorno incidirá marcadamente en nuestra percepción de la realidad? La ventura y su mayor o menor abundancia será influyente, sobrevivir consume muchas energías. Pero podemos aderezar cada acto de nuestras vidas con un tinte de positivismo dirigido a empatizar con los retos de la vida. Es una apuesta cotidiana y una búsqueda consciente, procurando regenerarse tras las frustraciones. Un año nuevo supone una nueva oportunidad ideal de ser feliz llegando a los objetivos pendientes o logrando a otras metas. Nuestra salud sentirá el impacto positivo, disminuyendo el estrés. En nuestra retina emotiva, guardiana de nuestras emociones, los actos altruístas ayudarán a consolidar el sentido de nuestra propia existencia. Cualquier momento es proclive para vencer la inercia de una cuerpo inerme, anclado en los arrecifes de interminables devaneos y dudas. Un nuevo año trae consigo incitaciones a construir un porvenir moldeado de nuevas concepciones.

Estámos a escasos días de la alcanzar el 2025, se ve ya la orilla del nuevo anuario.  La tristeza, la ansiedad y el miedo pueden empezar a ser parte del pasado, a perder poder en los intelectos. Podemos validar nuestro derecho a no rendirnos y volver a intentarlo, pero habiendo canalizado los aprendizajes dolorosos quizás y transformarlos en actitudes positivas. No es necesario sucumbir a la presión de ser felices día y noche, sino de tener el hábito de pensar mejor frente a cambios súbitos y que son parte del proceso evolutivo del ser humano. La comprensión de nuestro rol y expansión de nuestros proyectos, nos motivará, más allá de nuestros bretes. Las contrariedades también ayudan al ser humano forjar las propias idoneidades para ser contrapuestas a los retos de la vida. No estámos igual, estámos en un proceso evolutivo.

La esperanza no da reprimendas por no confiar en ella, pero es una ganga imperdible para este 2025. La sazón de nuestras ilusiones es aquí y ahora. En el continuo espacio-temporal de Albert Einstein en su teoría de la relatividad, nos refiere a la interacción entre los hechos físicos del Universo. Ahora por qué no suponer que esa ecuación de equivalencia entre masa y energía, no pueda jugar a nuestro favor en el mundo de las emociones y que nuestra actitud también puede influir en los acontecimientos externos que nos rodean. Tenemos la libertad de pensarlo, al menos.

Es una buena forma de comenzar a planificar el 2025, armonizando nuestros ambientes aledaños y permitiéndonos crear el hábito de la positividad y bienestar emocional, indispensable para nuestra salud. No por mandato externo, sino por la convicción de nuestra unicidad universal. 

Angel Piazza