Hemos contraído la estupidemia. Habrá que llamar a Hércules destruir los efectos del “virus”

Lo que ha ocurrido en el manejo de la Argentina desde hace muchos años produjo una debilidad inmunitaria, una falta de defensas que se ha convertido en una desesperante enfermedad colectiva, la estupidemia, para que la que no hay vacuna ni prevención para frenarla. Aunque, de todos modos, estamos tarde y a destiempo en ese punto.
Además de muchos más pobres, más alejados, aislados, en realidades enfebrecidas, hay propuestas hipócritas, gangsterismo político con el pedal contra la tabla, en camino de ser un narcoestado con daño total hacia una sociedad rumbo a la miseria. Se han puesto en discusión asuntos que han sido superados en cualquier sentido, demolida la educación pública por lo que actúan su bandera emocional y falsa, el robo del siglo, la corrupción naturalizada- “Cuando crezca quiero ser corrupto, se gana mucho, ¿no?”-, personajes surgidos de una pesadilla son lideres. Poco a poco hemos contraído la estupidemia.
Al principio son esos males, esas patologías llamadas silenciosas hasta que hay que correr a meterse una farmacia por la boca cada mañana a precios carísimos. La estupidemia está entre nosotros.
No serán necesarios barbijos, ni tests, ni morirse. Se hace crónica. Se detecta en cositas. Dice un informador de noticias: “El doctor Lotocki ha sido detenido y declaran testigos. Los vivos”, aclara. Un profesor universitario da clases fantasmagóricas de vez en cuando -es extrañísimo, aunque nadie se sorprende- el presupuesto de la Legislatura bonaerense, la de Chocolate, el mandadero y alcahuete de gran fama, tiene 62 mil millones de pesos cada año. ¿Y qué?
Nos parece lo más natural del mundo. Es lo mismo una central nuclear que un generoso reparto de gel lubricante para la cartera de la dama y la billetera del caballero para que, como en varios restaurantes chinos, todos estén contentos.

Los chicos no aprenden ni comen. A la fuerza o por elección eligen algún buen puesto entre traficantes. Tres generaciones no saben qué quiere decir trabajar, no entienden qué es lavarse los dientes o tener las vacunas al día en el extenso planeta de la marginación fabricada con premeditación por los que proclaman que se debe incluir.
Dejamos pasar -siga, siga- mientras actúa la estupidemia cada vez más extendida. Hay que revolver el puchero y salen evidencias. El presidente dice mirar extasiado a los ojos a Putin, le regala la llave para abrir la puerta de Hispanoamérica en la gran reunión en China para indicar cómo se hace para seguir la ruta de la seda. El presidente trata de asirlo pero el ruso le hace el juego desagradable de ¡oso! Hasta que, al fin, consigue notarse con una reverencia vergonzosa. Es la estupidemia, no puede ser otra cosa. ¿O se ha enamorado, dispuesto a separarse de la primera dama -puerta, es un hecho- para vivir en el Kremlin?
El pavoroso carnaval de harapos mentales y ropa sucia hace cada día más estragos con la estupidemia.
Los chistes son horrendos, la música para vomitar se eleva a un éxtasis de impúberes contagiados por la estupidemia.
El satanizado neoliberalismo -la estupidemia ha impedido siquiera de qué se trata- siempre a la defensiva; los patriotas de cotillón, levantan a cada rato la cabeza como los caballos en el campo por si llega el depredador. El neoliberalismo, y Milei, llega más lejos. No sólo al mercado y la propiedad privada, sino al achicamiento del Estado: ¡ninguno! El matiz anarquista. Ahora les gusta.

Vivimos con miedo a los depredadores por la infección imprecisable de la estupidemia con seguidores que consideraban al neoliberalismo, que no sabían qué es, el depredador, ahora ovacionado en la noche hipnótica y… austríaco, digamos.
Patricia es competitiva, confiable, carismática. Tal vez no tiene todo el Estado en la cabeza, completa y minuciosa, pero tiene pared en colaboradores superiores, que en eso, decía Luis Henrique Cardozo, consiste el liderazgo.
Massa es candidato de un gobierno que, parece, es otro. Tiene votos en gran medida difíciles de explicar, “garpa”, con denuestos y enemigos de unos cuantos colores. Algo tiene el agua si la bendicen, debe pensar.
Con el culo al aire, sin futuro más que el sacrificio, con miedo al depredador -cualquiera- se votará. Es mucho, pobrecito, este lugar, encima atacada por la estupidemia para enredar las palabras, se hacen afirmaciones esperpénticas, hay yerba de ayer secándose al sol. Yira, yira.
Lasciate ogni speranza voi que entrate.
Habrá que llamar a Hércules para la hazaña lastrada por la estupidemia.
Fuente: Mario Mactas - INFOBAE.COM